[en el bicentenario de Chopin]
Chopin tenía gran facilidad para hacer imitaciones tan fieles al original que, entre sus anécdotas, se cuenta que, un día, copió a Liszt en su manera de vestir, hablar y tocar, con tal exactitud que un ingenuo admirador de provincias que asistía a la representación, al encontrarse unos días después con el auténtico Franz Liszt, le dijo indignado: «¡Ah! ¡No, Chopin, esta vez no me engañará usted!»
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En esa jungla de intereses y envidias que es cualquier profesión, Chopin y Liszt se llevan por entonces de forma ejemplar con mutuo respeto hacia sus respectivas habilidades. Así nace la bonita anécdota que ningún director de cine ha dejado de utilizar al filmar sus biografías.
Era una noche de mayo y los invitados estaban reunidos en el salón de la casa. Liszt tocaba un Nocturno de Chopin, pero, siendo él mismo compositor, no se limitaba a interpretarlo tal y como estaba escrito. Así intercalaba variaciones de todas clases, saliendo y entrando a su capricho de la partitura. Todos estaban admirados de su habilidad... menos Chopin que no podía ocultar su nerviosismo al ver tratar su obra con tanta libertad. Por fin se acercó al piano y dijo:
Era una noche de mayo y los invitados estaban reunidos en el salón de la casa. Liszt tocaba un Nocturno de Chopin, pero, siendo él mismo compositor, no se limitaba a interpretarlo tal y como estaba escrito. Así intercalaba variaciones de todas clases, saliendo y entrando a su capricho de la partitura. Todos estaban admirados de su habilidad... menos Chopin que no podía ocultar su nerviosismo al ver tratar su obra con tanta libertad. Por fin se acercó al piano y dijo:
—Querido amigo, si me haces el honor de tocar algo mío, toca lo que está escrito; sólo Chopin puede corregir Chopin.
Liszt se levantó, un poco molesto.
—De acuerdo. Tócalo tú, entonces.
—Con mucho gusto.
Cuando Chopin se sentaba, una mariposa se acercó al quinqué y se quemó en la llama, apagándolo. Alguien quiso reavivar la llama, pero el músico se opuso.
Cuando Chopin se sentaba, una mariposa se acercó al quinqué y se quemó en la llama, apagándolo. Alguien quiso reavivar la llama, pero el músico se opuso.
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* Texto tomado del libro George Sand y Frédéric Chopin. Parejas que hicieron historia (1999), de Fernando Díaz-Plaja, Plaza & Janés
En el sitio del diario La Nación se puede encontrar otra versión del mismo relato